En nuestro cuerpo, así como en el de animales, plantas y bacterias existe un tipo especial de electricidad que es esencial para su funcionamiento. Como está asociada a los procesos biológicos se la conoce como bioelectricidad. (1)
La bioelectricidad funciona de forma similar a la electricidad que recorre todos los aparatos electrónicos que tenemos en nuestra casa. Para que podamos ver la televisión miles de electrones, que forman parte de los átomos y son muy pequeños y rápidos, llevan la electricidad a través de los cables. Sin embargo, nosotros no necesitamos estar enchufados para que la bioelectricidad funcione.
En nuestro caso, la electricidad funciona con iones. Los iones son átomos a los que les faltan o les sobran electrones, ¡muy parecidos a los que van por los cables! (1) Las células dejan salir y entrar estos iones y así pueden transportar la electricidad.
Pero… ¿cómo entran y salen los iones de las células? Pues muy fácil, la célula tiene interruptores y, como nosotros en casa, puede controlar qué enciende o apaga. Estos interruptores se encuentran en la membrana de las células y hay de dos tipos; los canales iónicos y los transportadores iónicos.
La fuerza que impulsa el movimiento de los electrones en casa es el potencial eléctrico, pero los iones también se mueven dependiendo de la cantidad de iones que haya dentro y fuera de la célula. A la unión de estas dos fuerzas juntas se les llama potencial electroquímico y, cuando los canales están abiertos, los iones se mueven desde donde la sustancia está más concentrada hasta donde está más diluida (de más a menos). (2)
Hay muchos tipos de canales y transportadores que se encienden o se apagan en respuesta a diferentes estímulos. (1) Algunos de estos tipos se regulan de forma física (como cuando nos aprietan la mano), otros cuando detectan sustancias concretas (como las hormonas o la cafeína) y otros por el calor o el frío.
Y, ¿para qué necesitan las células esta electricidad? Pues gracias a la bioelectricidad funcionan los ojos, el músculo, el cerebro y el corazón. Para entender mejor cómo funcionan nuestras células, investigadores del grupo de Caracterización Bioeléctrica a la Nanoescala del IBEC han desarrollado una técnica que permite medir con precisión la bioelectricidad de las membranas. (3)
Esta técnica se basa en el microscopio de fuerza electrostática (EFM, del inglés electrostatic force microscopy). Este tipo de microscopio permite a los investigadores explorar no sólo la morfología de los complejos biológicos individuales en su entorno natural, sino también para medir las propiedades electrostáticas que hacen que cada objeto sea único. (4)